Pocos son los que no han visto
alguna vez este video desde que el pasado 24 de julio se convertía en el
Apostol más negro de la historia. Eran las 20.41 de la tarde cuando un Alvia
descarrilaba en la curva de A Grandeira, en Angrois, a sólo 3 kilómetros de la
estación de Santiago de Compostela dejando a sus espaldas 78 muertos.
Un accidente de tal magnitud, el segundo más grave de la historia de España, ocupó portadas y copó los informativos de medio mundo. Las primeras
especulaciones llegaron a los pocos minutos, como es común en este tipo de catástrofes
la cifra de muertos y las diferentes informaciones sobre si se habían
registrado o no todos los vagones no dejaban de bailar. Después llegó el momento
de buscar las causas, los culpables. El tren descarriló debido a la elevada
velocidad, circulaba entre los 150 y los 180 kilómetros hora en una curva
limitada a 80, lo que hizo que las miradas se posaran en seguida sobre el
conductor del Talgo, que fue enjuiciado por toda la sociedad. Al margen otro sector iniciaba un debate sobre la
alta velocidad. Comenzaban unos días de
grandes portadas y dedos señalando. La
única luz en medio de la tragedia la pusieron los vecinos de Angrois y los
múltiples voluntarios de cuerpos de seguridad y médicos que asistieron en el
accidente, también quienes desbordaron los hospitales con sus donaciones de
sangre. Sus historias se sucedieron en los medios de comunicación, hubo peregrinaciones
y homenajes. Después, como suele pasar, llegó la nada.
El debate sobre la alta velocidad
se ha ido apagando y los culpables parecen importar ya sólo a las víctimas,
directas o indirectas, de la catástrofe. Sólo así se explica el escaso revuelo
mediático que sucedió a la imputación de 22 altos cargos de Adif en la causa
por el accidente el pasado 24 de septiembre.
Hoy muchas de las preguntas que surgieron tras el descarrilamiento continúan
sin respuesta.
Desde mi punto de vista resulta bastante inverosímil
que la culpa caiga sobre una sola persona. El maquinista parece la cabeza de
turco más fácil, la menos problemática, pero un tren que circula a 200 kms hora
no puede depender únicamente de un fallo humano. ¿Recortes presupuestarios? ¿Irregularidades
en los sistemas de seguridad? ¿Una red viaria deficitaria? Sin duda han sido muchas las causas que se
unieron para llegar a este trágico final, pero debemos llegar al fondo de cada
una de ellas, sólo así podremos poner todos los medios necesarios para que esto
nunca vuelva a ocurrir y para que una historia no se repita es fundamental que
no caiga en el olvido. Por eso mi recuerdo de este fin de semana de Todos los
Santos va para ellos, especialmente para las 78 personas que perdieron la vida
ese día, pero también para todos aquellos a los que el 24 de julio del 2013
cambió su vida para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario