domingo, 3 de noviembre de 2013

El accidente de Angrois, de la especulación al olvido.

 
Pocos son los que no han visto alguna vez este video desde que el pasado 24 de julio se convertía en el Apostol más negro de la historia. Eran las 20.41 de la tarde cuando un Alvia descarrilaba en la curva de A Grandeira, en Angrois, a sólo 3 kilómetros de la estación de Santiago de Compostela dejando a sus espaldas 78 muertos.
 
Un accidente de tal magnitud, el segundo más grave de la historia de España, ocupó portadas y copó los informativos de medio mundo. Las primeras especulaciones llegaron a los pocos minutos, como es común en este tipo de catástrofes la cifra de muertos y las diferentes informaciones sobre si se habían registrado o no todos los vagones no dejaban de bailar. Después llegó el momento de buscar las causas, los culpables. El tren descarriló debido a la elevada velocidad, circulaba entre los 150 y los 180 kilómetros hora en una curva limitada a 80, lo que hizo que las miradas se posaran en seguida sobre el conductor del Talgo, que fue enjuiciado por toda la sociedad. Al margen otro sector iniciaba un debate sobre la alta velocidad.  Comenzaban unos días de grandes portadas y dedos señalando.  La única luz en medio de la tragedia la pusieron los vecinos de Angrois y los múltiples voluntarios de cuerpos de seguridad y médicos que asistieron en el accidente, también quienes desbordaron los hospitales con sus donaciones de sangre. Sus historias se sucedieron en los medios de comunicación, hubo peregrinaciones y homenajes. Después, como suele pasar, llegó la nada.
El debate sobre la alta velocidad se ha ido apagando y los culpables parecen importar ya sólo a las víctimas, directas o indirectas, de la catástrofe. Sólo así se explica el escaso revuelo mediático que sucedió a la imputación de 22 altos cargos de Adif en la causa por el accidente el pasado 24 de septiembre.  Hoy muchas de las preguntas que surgieron tras el descarrilamiento continúan sin respuesta.
 
Desde mi punto de vista resulta bastante inverosímil que la culpa caiga sobre una sola persona. El maquinista parece la cabeza de turco más fácil, la menos problemática, pero un tren que circula a 200 kms hora no puede depender únicamente de un fallo humano. ¿Recortes presupuestarios? ¿Irregularidades en los sistemas de seguridad? ¿Una red viaria deficitaria?  Sin duda han sido muchas las causas que se unieron para llegar a este trágico final, pero debemos llegar al fondo de cada una de ellas, sólo así podremos poner todos los medios necesarios para que esto nunca vuelva a ocurrir y para que una historia no se repita es fundamental que no caiga en el olvido. Por eso mi recuerdo de este fin de semana de Todos los Santos va para ellos, especialmente para las 78 personas que perdieron la vida ese día, pero también para todos aquellos a los que el 24 de julio del 2013 cambió su vida para siempre.

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