lunes, 8 de abril de 2013

Adiós a dos precursoras.

Fumando esperaba al hombre que ella quería y así, actuando, cantando y fumando conquistó Hollywood. María Antonia Abad, conocida por todos con Sara Montiel, dio sus primeros  pasos en el cine en España en 1944 con papeles secundarios, de ahí saltó Mexico, que vivía años de esplendor y finalmente a la meca del séptimo arte donde se estrenó con el western Veracruz. Fue en cambio al volver cuando logró sus mayores éxitos, El último cuplé y La violetera, película con la que se convirtió en la actriz mejor pagada del mundo. Sara fue una precursora y una mujer que abrió camino. Sus vestidos y sus curvas traían de cabeza a la España franquista igual que su actitud independiente y en ocasiones desafiante, lejos de la de la mayoría de las mujeres de la época. Hoy nos ha dejado la primera femme fatal española, una actriz con 60 películas a sus espaldas y, sobre todo una mujer sin miedo a romper moldes y dispuesta a ponerse el mundo por montera y vivir a su manera.  Un sello que mantuvo hasta el último día de su vida. Un ejemplo de que el feminismo puede llevar un vestido sexy y un par de tacones.
 
La apodaron la dama de hierro porque les sorprendió su firmeza. Pocos se imaginaban que esa joven de Lincolnshire lograría hacerse escuchar y respetar en un mundo de hombres hasta ganase el liderazgo del Partido Conservador. Menos aún creían que poco después se ganaría el favor de los votantes convirtiéndose en la única primera ministra de la historia del Reino Unido. Nadie creía que se mantendría en el cargo desde 1979 a 1990 (cuando renunció) el récord del siglo XX. Margaret Thatcher es una precursora con mayúsculas que demostró al mundo como una mujer podía gobernar un país sin doblegarse ante nadie, como podía plantar cara a sus opositores y tomar decisiones difíciles sin que le temblase la mano. Sin duda el camino debió ser duro y difícil, pero ella no se rindió, no se dejó sobrepasar.
 
Dos mujeres muy distintas nos han dejado hoy, pero tienen en común que ambas se arriesgaron a nadar contracorriente. Ambas lucharon, cada una a su manera, contra las normas sociales que imperaban en el momento. Y ambas ganaron. Nos demostraron que si se quiere se puede. Y por eso las dos se han ganado a pulso un puesto en la historia.

 

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