Hace ya muchos años que leí La Vieja sirena y se convirtió en
mi libro preferido. La historia me enganchó de principio a fin y la forma en
que estaba escrita me encandiló desde un primer momento. Después vendrían otros
libros suyos, relatos, cuentos. Leer y escuchar a José Luis Sampedro siempre fue
un auténtico placer, sus entrevistas nunca tenían desperdicio.
Cuando pensé que ya no podía sorprenderme más llegó la crisis
y el movimiento 15M. A sus noventa y tantos largos mostró la determinación y
energía que nos faltaba a muchos jóvenes. Como escritor y humanista sus
palabras estaban cargadas de fuerza, como economista estaban cargadas de razón
y como hombre de a pie las llenaba de sentido común. Nunca dejó de defender un
mundo más justo, casi utópico, reclamando una economía “más humana, más
solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos”.
En alguna ocasión he leído en boca de quien más le conocía, su
mujer Olga Lucas, que Sampedro solo temía al dolor y la falta de lucidez de una
larga enfermedad. Por eso se merece haberse marchado así, a los 96 años, con la cabeza alta y
llena de ideas, luchando hasta el último momento por un mundo mejor. Quiso irse
“de manera sencilla y sin publicidad”; consiguió hacerlo de manera sencilla, la
publicidad era inevitable. Como inevitable será echarle de menos.
Ayer falleció un genio con un corazón de oro. Sin embargo pasarán
muchos años antes de que José Luis Sampedro muera definitivamente. Se quedará
agarrado a un ancla, como la vieja sirena, en el fondo de la memoria de quienes
le admiramos. Quizá, si el paso del tiempo le hace justicia, no llegue a morir
nunca.
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