lunes, 29 de abril de 2013

¿Malos tiempos para ser banquero?

Hace pocos años los banqueros gozaban de un estatus social privilegiado, la gente les respetaba. Nuestra entidad era la de “toda la vida”. Uno iba al banco a pedir una hipoteca y todo eran “facilidades”, quien tenía unos ahorrillos recibía “magníficas” condiciones para sus fondos y la cosa marchaba tranquilamente. Nadie se preocupaba por cuanto cobraba el director de una entidad ni el operario de caja de una sucursal. Entonces estalló la burbuja inmobiliaria y las cosas comenzaron a complicarse. Y cuando se trata de dinero y se trabaja con previsiones y ajustando al límite la más mínima complicación crece y crece y crece hasta qua ya no hay nada que arreglar.
Así el flujo de préstamos se ralentizó y comenzaron a hacerse públicos los problemas de muchas entidades. Fue el tiempo de las fusiones y las reestructuraciones, la CAM, Caixa Galicia, Caixa Nova, los bancos Pastor y Popular y así una larga lista. Pero no fue suficiente, llegó el momento de rescatar a la banca para evitar su quiebra, un rescate que se hizo con dinero público, con el suyo y con el mío, con el de todos los españoles y posteriormente de los europeos. En medio de todo esto a la banca le crecieron los enanos, los sueldos e  indemnizaciones millonarias de sus directivos salieron a la luz y obligaron a más de uno a sentarse ante un juez. Al mismo tiempo se destapó una de las estafas económicas más graves y vergonzosas de nuestra historia, las participaciones preferentes.
Estos “fondos a perpetuidad” con magníficos intereses mensuales afectan a miles de españoles. La mayoría gente mayor, otros no, pero quien ha tenido ocasión de hablar con las victimas sabe que una gran mayoría fueron engañados, que no estaban capacitados para adquirir un producto tan complejo y que el banco se lo vendió de una manera diferente. A muchos la persona que les engañó era su vecino, su consejero del banco “de toda la vida” que incluso les llamó a casa para ofrecerles el producto. Muchas de sus historias dejan helado. Hay quien ha vivido toda su vida emigrado, trabajando para que su familia tenga una vida mejor y que ahora llora pensando que ni siquiera sus nietos podrán disfrutar de ese dinero que tanto sacrificio les costó ganar. Otros aprovecharon una época de bonanza para invertir en un producto que parecía un “chollo”, ahora con la acuciante cifra de paro necesitan recuperar sus fondos para dar de comer a sus hijos. Pero no pueden, están bloqueados. La impotencia es la tónica general entre este colectivo que ha sido, también, completamente abandonado por un gobierno que no ha tenido el valor de salir al paso y obligar a la banca a devolver íntegros estos fondos. Seguramente porque sería imposible.
En consecuencia, el estatus del banquero  ha disminuido, sus sueldos también y dicen que Julio Fernández Gayoso, expresidente de Novagalicia no puede salir a la calle sin que lo abucheen. La percepción general es que los banqueros son todos unos corruptos. Y noticias como la de hoy de la dimisión de Alfredo Sáenz, consejero delegado del banco Santander, no hacen más que corroborarlo. Eso si, por lo menos dimiten, aunque con sus indemnizaciones seguro que el mismísimo Rajoy estaría dispuesto a echarse a un lado. Quizá sea el momento de abrir los ojos y aprender a tratarlos de tu a tu, a exigirles, a revisar bien lo que firmamos, a no dejarnos avasallar y, ante la más mínima duda, asesorarnos en asociaciones como Adicae. Que anuncios como el de Bankia no nos hagan olvidar.¿No nos cambiamos de compañía telefónica cuando sus condiciones no nos convencen? ¿Por qué no hacer lo mismo con la banca?.

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